jueves, 17 de octubre de 2013

CÓMO OBTENER INFORMACIÓN FAMILIAR EN LA TERAPIA SISTÉMICA



Para la obtención de información y el planteamiento de hipótesis, se pueden realizar  una serie de preguntas que quedan categorizadas de la siguiente manera:

a) Preguntas lineales: El terapeuta plantea este tipo de preguntas para orientarse en la situación de conflicto familiar, también son útiles para la clarificación y el manejo de la información. ¿Quién hizo qué? ¿Por qué lo hizo?

b) Preguntas circulares. El profesional pregunta a un miembro de la familia acerca de lo que hace un tercero en una situación determinada. Pone a cada miembro de la familia en la situación  de observador de los pensamientos, emociones y comportamientos de los otros. ¿Qué hace su marido cuando su hija no quiere comer?

c) Preguntas estratégicas: En este tipo de pregunta correctiva, el terapeuta, a partir de una cuestión, propone a un miembro de la familia como modificar una conducta que no ha sido correcta. Observa el tipo de explicación que este ofrece, si se justifica y cómo lo hace. ¿Por qué hablas con tu mujer sobre el problema en lugar de callarte?

d) Preguntas reflexivas: El terapeuta, con este tipo de preguntas tiene como finalidad facilitar la solución de un problema o la creación de una nueva realidad en la persona mediante la activación de la reflexividad. ¿Cómo percibirás que ya no tienes un problema con tu mujer?




HIPÓTESIS RELACIONALES


Teniendo en cuenta el concepto de hipótesis sistémica planteado por la Escuela de Milán, es imposible conocer la realidad de una persona o de una familia, nos podemos hacer solamente una “hipótesis” de aquello, que es, por sí, ni verdadera ni falsa, es simplemente mas o menos útil (Selvini Palazzoli et., 1980, p.215).

Las hipótesis relacionales son de gran utilidad en el trabajo terapéutico con las familias por las siguientes razones:

a) Las hipótesis relacionales, por definición,  tiene en cuenta a todos los miembros del sistema, ya que por acción y omisión, todos los integrantes contribuyen al surgimiento de un problema y a su manteniemiento.

b) Aportan información sobre el funcionamiento relacional del sistema, facilitando una visión sistémica de lo que ocurre en la familia.

c) Las hipótesis relacionales generan información, tanto si se verifican como si son refutadas, a medida que se cierran unas posibilidades, se abren otras.

d) Permiten la actitud activa del terapeuta frente a la autoevaluación familiar.

Bergman(1988) explicaba que la utilidad de las hipótesis está relacionada con el hecho de que permiten construir líneas de intervención, obtener nueva información, organizarla y construir un diagnóstico.

HISTORIA DE LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA

Un recorrido por las diferentes escuelas y modelos de Terapia Familiar Sistémica.


DIAGNÓSTICO SISTÉMICO FRENTE A ETIQUETAJE DIAGNÓSTICO



Tomando como punto de referencia la idea de sistema como un conjunto de elementos en interacción dinámica, en el cual el estado de cada uno de los elementos está determinado por el estado de cada uno de los otros (Miller, 1978), y la definición de terapia familiar como un enfoque basado en la comprensión de la conducta humana conformada por su contexto social (Minuchin 1994), podemos afirmar que el modelo de intervención sistémico familiar representa una ruptura y un desafío a los modelos psicoterapéuticos “tradicionales”(centrados en la terapia individual), quienes ponen la mirada fundamentalmente en el individuo y su dinámica interior, y relegan a un segundo plano la importancia de las interacciones en el estudio de las conductas humanas y los procesos mentales de los individuos.

La terapia familiar, desde su visión holística, propone un diagnóstico dimensional y dinámico frente a la forma de diagnóstico categorial planteado por la psiquiatría tradicional, quien agrupando, resumiendo y simplificando síntomas, problemas conductuales y trastornos, llega a construir “etiquetas diagnósticas”.

Hay que decir sin embargo, que en la práctica profesional con las familias, donde generalmente uno de los miembros viene diagnosticado en base a un síntoma (paciente identificado), dicha etiqueta diagnóstica es de utilidad para el terapeuta sistémico, tanto para plantear hipótesis iniciales como de indicio de las dinámicas relacionales que pueden estar desarrollándose dentro la familia, siendo el diagnóstico en cuestión una referencia y no una verdad absoluta e inamovible. Así pues, dentro de una lógica científica, los diagnósticos resultan operativamente válidos en términos terapéuticos, y suelen ser el resultado de un ajuste funcional entre terapeuta y familia en un marco de significados socialmente compartido.

El problema surge cuando se plantean diagnósticos rígidos y estáticos sustentados sobre “verdades absolutas”, cuando se “etiqueta” a los clientes/pacientes reduciendo su identidad al nombre de un trastorno, es en estos casos cuando considero que un diagnóstico enferma más que cura. Considerar el diagnóstico en términos de contexto (al que se debe tener en cuenta pero no agarrarse como un clavo ardiendo), sumado a una actitud dinámica, flexible y adaptativa del terapeuta, puede evitar caer en el reduccionismo del etiquetaje diagnóstico.