lunes, 2 de diciembre de 2013

EL HUMOR EN LA TERAPIA FAMILIAR

En la antigua Grecia se pensaba que el cuerpo humano contenía cuatro líquidos denominados "humores". Éstos, estaban relacionados con los cuatro elementos básicos, eran sangre (aire), bilis amarilla (fuego), bilis negra (tierra) y flema (agua). Su equilibrio se consideraba fundamental para una buena salud, por lo que cuando alguien estaba equilibrado, se decía que estaba de "buen humor".

Desde una perspectiva sistémica, el humor está estrechamente ligado al concepto de resiliencia, es un recurso fundamental para que una persona o sistema consiga desarrollarse positivamente a pesar de unas condiciones desfavorables.

Madanes (1987), plantea que las intervenciones humorísticas en la terapia familiar tienen el propósito de incluir elementos sorpresivos facilitando a los miembros correr el foco de las críticas no constructivas y encontrar otras alternativas para mirar el conflicto familiar.

Un ejemplo de la aplicación del humor en la terapia familiar es la técnica de la “prescripción paradójica”, prescribir a una persona o familia que se provoque el síntoma antes de que éste se manifieste, con frecuencia puede generar que éste/a se ría de sí mismo y de su reacción ante la situación, con lo que su reacción habitual se bloquea al romperse el mecanismo mental y emocional que lo generaba.

Además de lo señalado, el humor es una herramienta fundamental para el trabajo terapéutico por los siguientes motivos:

  • Ayuda a afianzar el sistema terapéutico, la relación familia-terapeuta deja de tener un carácter formal y meramente profesional, y a cambio tiene un enfoque más comprometido. Se puede afirmar que el humor “humaniza” la relación entre el terapeuta y la familia.
  • Revela información acerca del sistema familiar y de sus miembros, además es un indicador eficaz de mejora terapéutica.
  • Disipa la monotonía y la excesiva seriedad en determinados momentos del proceso terapéutico. 
  • Ayuda a esclarecer las interacciones disfuncionales de la familia de forma afable y sugestiva. 
  • Refuerza los vínculos familiares.
  • Proporciona sentimientos de alegría potenciando el valor de las emociones positivas, y ayuda a desbloquear tensiones y reduce la ansiedad.
  • Ayuda a las miembros de la familia a pensar paradójicamente y a actuar de forma contraria a como lo suelen hacer (aquellas formas que les provocan la angustia).

El humor ha de ser apropiado a cada persona o familia y a cada situación, ha de ser espontáneo, genuino y no forzado. No se trata de “hacerse el gracioso”. La reacción del paciente será un buen termómetro del éxito del terapeuta, desde una abierta hostilidad o incomprensión, hasta un sentimiento de alivio.



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